Discos Under


El rock under de la ciudad, un movimiento que se renueva a través de la autogestión


El tiempo y la tecnología se encargaron de sepultar los días en que para grabar, fabricar, distribuir y difundir un álbum, los músicos necesitaban el sostén de una compañía discográfica. Entre mediados y finales de la década de los años 90 comenzaron a circular, en conciertos y disquerías especializadas, discos hogareños y artesanales, registrados y replicados en CD grabables. La aparición de internet terminó por reconfigurar el panorama y la radio perdió su monopolio de gran altoparlante difusor a manos de plataformas como My Space y, ahora en auge, Bandcamp, sitios en los que los artistas pueden poner su música en circulación para que cualquiera lo escuche en cualquier punto del planeta.
   Frente a esto, y en lugar de repensar su nuevo rol en el tablero de la música, las grandes compañías optaron por la peor de las opciones: dejaron de fichar bandas o artistas nuevos con potencial —la fórmula del éxito en los años 80— y apostaron al cortísimo plazo con engendros como el concurso televisivo Operación Triunfo o, más cerca en el tiempo, bandas de cumbia integradas por jugadores de rugby. Entre paréntesis: hoy podrían organizar un nuevo concurso para premiar a quien nombre tres canciones de alguno de los ganadores del certamen mencionado.
   En paralelo, el circuito independiente conformó un mapa que se ensancha con el paso de los minutos, de la mano de la autogestión y el amor a la música. Más allá de que no fue el primer emprendimiento de este tipo en la ciudad (imposible saltearse la aparición de Amader en 1973), el colectivo Planeta X, fundado en 1994, fue la escuela de autogestión cooperativa de las generaciones más jóvenes.
   Así, en los últimos años aparecieron en Rosario numerosos sellos independientes que revitalizaron la escena rockera. Espacios alternativos como Bon Scott o Dínamo, este último reconvertido como sello, y festivales como Otro Río o la Feria del Disco Independiente, que ya va por su segunda edición, aglutinan expresiones de alta creatividad a las que el mercado decidió ignorar en su búsqueda ciega de un billete tan veloz como efímero. Los proyectos relevados en esta nota representan apenas un fragmento de la banda sonora de la ciudad actual.
Una red propia
   Soy Mutante (soymutantenetlabel.bandcamp.com) arrancó en 2007, cuando Ignacio Espumado decidió editar la música de Los Daylight, una banda extraordinaria que él integraba y que se había formado en 2004. Luego, Espumado comenzó a grabar discos en su casa y hoy su sello está orillando los treinta títulos.
   La filosofía de Soy Mutante es trabajar rápido y al menor costo posible. Cuenta Espumado: “Desde un principio, la idea fue bajar los costos de producción usando herramientas gratuitas y compartiendo conocimiento. Yo compré bastante hardware para el estudio con mi propio dinero, y una vez ganamos el subsidio de Espacio Santafesino. Si tenemos que grabar unas baterías vamos a un estudio rentado y la grabación la paga la banda. El resto del disco se hace en mi casa y es gratis. Ni yo ni los músicos hacemos esto por dinero”.
   Espumado, que en la actualidad integra los dúos Matilda y Nacho y el Robot, revisa en detalle los que, según su criterio, son los puntos flojos de la ciudad, su público y el circuito musical: “No hay un movimiento de prensa que acompañe a las bandas nuevas, no hay nadie que se esté fijando en lo nuevo. Parece que todo lo que viene de afuera fuese mejor que lo que se hace acá. Y faltan lugares para tocar, o una legislación que nos deje tocar en vivo en cualquier lado, para que las bandas puedan tocar más seguido y mejorar su música”.
   Valentín Prieto es uno de los impulsores de Polvo Bureau (polvobureau.bandcamp.com), sello fundado en 2011 que tiene en su catálogo bandas como Los Codos, cuyo último disco, Humedal (2013), fue elegido como uno de los mejores del año pasado en algunos blogs que relevan la actualidad del rock subterráneo. En su análisis de la relación entre los grupos independientes y el gran mercado discográfico, Prieto ofrece una visión sombría: “Los grandes sellos y productoras le tienen miedo al rock independiente. No es que no contraten bandas jóvenes y con coherencia artística, lo hacen y luego no saben cómo venderlas. Y ejercen ciertos mecanismos de control. Algunos sellos fichan bandas sólo para tenerlas bajo contrato y hacerlas tocar en sus festivales, y luego el disco no sale nunca. Y muchas bandas lo permiten porque se mueren por tocar en festivales como Personal Fest, aunque sea en horarios donde sólo las escucha el personal de limpieza”.
   Creadores del festival Otro Río, que debutó a fines del año pasado en Bon Scott y el Parque de España, los Polvo Bureau creen que el intercambio con otros sellos es fundamental: “Hemos realizados intercambios con Ringo Discos (Córdoba), Desde el Mar (Mar del Plata), Laptra y Uf Caruf (La Plata). Y en el festival Otro Río participaron Repelente Discos de Santa Fe, y sellos rosarinos como Planeta X, Discos del Saladillo, Sublatir y Soy Mutante. El intercambio es la única manera de aprender. Es muy inspirador ver cómo otras personas, en otro contexto y otra coyuntura, intentan hacer cosas parecidas a las que vos intentás hacer en tu ciudad”, cuenta Prieto.
   Sad Punk (sadpunk.com.ar) fue fundado diez años atrás por Saulo Ferreyra. Lo particular de este proyecto es que, además de difundir bandas de la ciudad, como Malones y Katana Freaks, edita grupos de Estados Unidos (Dead Uncles), Lituania (Bora) y Brasil (Campbell Trío). Para explicar el funcionamiento de Sad Punk, Ferreyra también hace hincapié en la importancia de los intercambios entre sellos de distintos puntos del país: “La parte que más me gusta de lo que hago tiene que ver con conocer gente, intercambiar material y recibir encomiendas. El intercambio te amplía el espectro. Si bien algunas veces hago una inversión inicial de mi bolsillo editando alguna banda, luego reinvierto el dinero de las ventas, así que Sad Punk se mantiene por sí mismo. Pero además de editar discos, también distribuyo material de otras bandas o sellos independientes. Actualmente hago intercambios con sellos de Comodoro Rivadavia, Neuquén, Mendoza, Formosa y Buenos Aires”.
   Al igual que Espumado, Ferreyra considera que en la ciudad faltan espacios para la música en vivo: “En Rosario hace falta una mayor oferta para fabricar CD y disquerías más comprometidas con artistas independientes. La mayor dificultad tiene que ver con la falta de escenarios. Hoy por hoy, no hay lugares para bandas que lleven entre cien y trescientas personas, y los pocos que hay son muy caros”.
   Mariano Conti, Jorge Capriotti y Mauro Cuffaro formaron el sello Discos del Saladillo (discosdelsaladillo.bandcamp.com) como una proyección del grupo Aguas Tónicas. La idea original fue crear una cooperativa entre los miembros de la banda para subir sus proyectos personales a internet: “Por el momento no generamos ingresos. No tenemos intenciones de vender música en formato digital. La única edición física que realizamos fue nuestro primer compilado para el festival Otro Río. En los últimos años fuimos comprando equipos y montamos un pequeño estudio, y eso representa un ahorro significativo. No descartamos a futuro hacer festivales para solventar ediciones físicas más costosas”, cuenta Cuffaro.
   Para Cuffaro, la escena rockera de Rosario muestra una alta dosis de originalidad: “Hay mucha música de autor. Si bien el unitarismo de Capital dicta lo contrario, los grupos de Rosario no suenan a copias, no hay sonidos importados. Nos parece que falta un poco de consolidación entre todos los que conformamos este gremio, pero es cuestión de tiempo. Ya descubrimos cómo suena el litoral”.
   Entre los trabajos editados por Discos del Saladillo aparecen Sustancia, de Cromattista (el proyecto del guitarrista Jorge Capriotti), Gráfica y penumbra, del grupo Campirano Milton y Cuero, bosta y vaca e Ignis Fatuus, ambos del dúo Campo.
Profesionales, se buscan
   A fines de 2012, Leonardo Novillo formó el sello Sublatir (soundcloud.com/sublatir) con el objetivo de editar la música que más le gusta, relacionada con la canción de autor: “Yo vengo del lado de la música y siempre digo que soy músico de departamento y de garage también. Soy un melómano, la música es mi pasión, así que decidí trabajar con la música desde otro lugar. Lancé el sello con tres cantautores: Mauro Digerolamo, Alejo Castillo y Lucas Montalbetti”, cuenta.
   Novillo cree que para que la escena local multiplique sus iniciativas y proyectos hace falta una mayor profesionalización de los artistas y los gestores. Opina, también, que los encuentros e intercambios son fundamentales para consolidar el circuito independiente: “Tuvimos el placer de ser invitados al festival Otro Río. Esos son lugares importantes, es el circuito independiente que hay que armar. Creo que los representantes de los sellos de la ciudad nos tenemos que sentar en una mesa y armar ciclos y festivales entre todos, y dejar un poco de lado el tema de los egos o el perfil musical de cada sello. Al fin y al cabo, estamos todos en el mismo camino”.
   Daniela Beresi y Emilio Valdelomar son dos de los integrantes del grupo Dínamo, que a mediados del año pasado montó un espacio para muestras y recitales en la planta alta de una casa ubicada en Mendoza al 1800. Si bien la sala ya no existe, el grupo lanzó Dínamo Edita para poner en circulación, según cuenta Beresi, “proyectos de corte experimental. Nuestras publicaciones son en su mayoría caseras y en nuestro catálogo se pueden encontrar propuestas de diferentes géneros: techno, ambient, dub, house, synth, post-rock, electrónica, minimalista y futurista”.
   Cooperativo y autogestionado, Dínamo Edita solventa sus gastos con fiestas y eventos. Según Beresi, “los encuentros sirven como espacio de difusión, encuentro y devolución con la gente que se acerca. Las ediciones que realizamos hasta el momento son de formato virtual y de libre descarga. Varios de nosotros estábamos participando en proyectos audiovisuales y empezamos a tener una cantidad de material bastante amplio. Armamos el sello para poder englobar todo y darle forma e identidad al trabajo compilado”.
   La realidad indica que la decadencia de las grandes compañías no se debe al infinito flujo musical que posibilitó Internet. En todo caso, la ruina fue autoinflingida: en una época en la que, por ejemplo, podrían levantar dinero en pala con ediciones de lujo de discos clásicos del rock argentino, con versiones alternativas y pistas adicionales, las compañías se encuentran con que, para ahorrar costos, borraron esas cintas originales para volver a utilizarlas; una lógica coherente con la actual y necia negativa de desarrollar proyectos de calidad artística.
   Así, internet, el supuesto asesino de la música, es hoy el espacio ideal para disfrutar las propuestas de artistas inquietos y creativos que el gran mercado decide ignorar.
Nota Ext de  www.lacapital.com.ar

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